sábado, 5 de septiembre de 2015

La educación anarquista en Quito: Raffles



La literatura ecuatoriana y las calles de Quito son una escuela de ladrones. Este es mi paso por Ecuador, aprendo a viajar sin pagar y comer en la mesa de los marginados. Bienvenidos al Proyecto Viaje Literario a Suramérica.


Acampaba en las montañas del norte de Ecuador cuando conocí a Jeremías.  Él me dice que ha viajado desde Canadá aprendiendo a vivir sin pagar nada ¿Quieres aprender? 


Me sonríe y comienza a explicar cómo puedo subirme a los camiones sin que los conductores se den cuenta, cómo obtener comida en los supermercados sin ser detectado por las cámaras. Quizá Jeremías asistió a una escuela de ladrones como lo hizo el protagonista de la novela con la que conocí la ciudad de Quito.

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Calle Galápagos, Quito.

Raffles Manos de Seda es la primera novela ecuatoriana que leo. Escrita por Eliécer Cárdenas, la novela es un libro de educación anarquista ¿Cuándo es correcto robar? El protagonista es el Robin Hood ecuatoriano, roba a los ricos para darle a los pobres

Raffles nace entre la miseria de una familia que apenas puede comer gracias al padre, un honrado sastre. Los sufrimientos de la pobreza convencen a Raffles de convertirse en un ladrón. Un ratero que se viste con los mejores trajes y no acapara sus ganancias para su propio estomago. Raffles sabe que dar limosna es la manera en que el rico se limpia la culpa; mejor es la solidaridad con el hambriento. La novela cuenta, entonces, las aventuras de un bandolero que logra dominar la ciudad de Quito y famoso se hace entre los pobres que comienzan a orar por sus favores.

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Portada de la novela Raffles, manos de seda.


La ciudad de Raffles es la misma ciudad que camino hoy. Quito es una ciudad para los marginados. Esto me ha dicho Jota, un bogotano que vive en Quito hace varios meses. Me dice: pille, un billete de cinco mil pesos colombianos se gasta rápido, se rompe de una, pero cinco dólares sirven aquí para vivir bien. 

Jota y yo caminamos por las calles de La Mariscal, barrio al que los locales conocen como gringolandia porque llegan todos los turistas. Pero no sólo hay gringos, también hay hindúes, chinos, argentinos, franceses, italianos. Jota afirma que todos vienen buscando la oportunidad que su respectivo país no les ofreció, montan su negocio y se quedan. Jota se va a trabajar como jalador de un bar y yo me siento a leer la novela.


Las calles y la historia de Quito son bien descritas por Eliécer Cárdenas. Las aventuras del bandolero Raffles comienzan desde su nacimiento. Nada más nacer y roba el pendiente de la partera. Años después comprende que las escuelas son centros represivos y no encontra mejor manera de arreglarlo que robar las medallas con que se honra a los buenos estudiantes y repartirlas en los pasillos. 

Siendo adulto, Raffles conquista la ciudad de Quito gracias a la sutileza de sus manos. La policía lo busca día y noche. Así la novelita se torna detectivesca, pero limpia de imágenes negras de violencia
.

Termino la novela bebiendo una cerveza en un bar paquistaní de las calles de Quito. La soledad luego de terminar un libro es abismal. Pedí otra cerveza en la barra. Y el barman me invita a una cena con su familia pakistaní. Compartimos panes y guisos picantes. Ellos habían migrado hace años y Quito los acogió. Yo me despedí, debo seguir migrando. 

 
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Hostal New Bask
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El hostal en que dormí una semana.

Esta entrada es una reseña del libro:
Raffles, manos de seda, de Eliécer Cárdenas.
Editorial Eskeletra.
173 páginas. 

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