domingo, 28 de septiembre de 2014

CUENTO: El reino vendrá



Sara descansó en la paz del Señor el tres de diciembre de 2017, a los sesenta y siete años. Una vez en la eternidad no encontró a Dios padre sentado en el trono de los cielos, sino a doce bestias ebrias que juzgaban a las almas que, una vez fuera de la Tierra, esperaban unirse al banquete que esos monstruosos dioses celebraban frente al cansado viajero. El recinto, de una oscuridad sin bordes, estaba techado por una cúpula negra que tenía orificios por donde entraban finos rayos de luz que se cruzaban como un bosque blanco. Sara caminó confusa y preguntó con toda su fe:

―¿Dónde está Yahvéh?

Y una de las bestias, Aries, agitó sus cuernos con ironía, diciendo:

―¡Ah! ¡Llegó el desperdicio! ¿Estás buscando un abogado? ¡Vete de aquí! En ti invertimos nuestras mejores estrellas y pulimos las constelaciones para tu nacimiento, ¿y nos pagas así? Maldita católica…

―Cálmese, Aries― dijo Virgo, una mujer de largos cabellos y perfume en su inteligencia― veamos ésta lista de las decisiones que Sara tomó en su vida. No habrá que hacer grandes sumas pues siempre fueron los demás los que tomaron el control por ella.

Sara, temiendo lo peor, reclamó justicia; pero Libra estaba distraída, medio borracha, intentando equilibrar en su balanza un montón de almas en pena con una bola gigante de carne. Los gemelos, Geminis, estaban a ambos lados susurrándole a Libra en cada oído. Uno pedía piedad para los condenados y el otro pedía la carne pues tenía hambre. Cancer se acercó, cariñoso, agarrándola por la cadera con sus tenazas (levantándola del suelo y casi partiéndola en dos) y le explicó a Sara la situación. Ellos habían depositado mucha esperanza en Sara, la conformación del universo le era particularmente favorable, pero desperdició todos estos regalos al convertirse en una resignada esposa cuya única tarea fue cocinar a su flojo esposo. Sara se defendió diciendo que la resignación es un valor cristiano, pero su susurro se acabó antes de terminar la frase pues era obvio que no estaba entre cristianos. Aries, furioso, arrancó a Sara de las tenazas de Cancer, gritando que merecía ser aniquilada para siempre, que su alma no valía la pena reciclarla, ni siquiera como esclava o como gusano. Sara, paralizada, viendo que los dioses del zodiaco no tendrían piedad con ella, sacó un viejo rosario que había cosido con semillas y se persignó. Un rosario humilde que la había acompañado como su único placer antes de comenzar el día de labores a que se vio obligada por un tener un marido flojo. Aries se burló:


―¡Que idiota eres! Te voy a aplastar con mi pie y tu respondes con oraciones. ¿No te has dado cuenta que nosotros somos los dioses que rigen el universo? Tus palabras son burlas que te clavas a ti misma, mejor despídete con un poco de honor.

Y Aries, para que Sara dejara de rezar, cortó con su uña el hilo del rosario. Las semillas cayeron al suelo junto al pie rabioso de Aries que había aplastado a Sara. Pronto, las semillas, regadas por la sangre de Sara, crecieron y los árboles, enredaderas, espinos, destruyeron aquella eternidad pagana en que habitaban las doce bestias. Cada uno de estos viejos dioses murió atravesado por un gran árbol. Y así, la promesa de un nuevo cielo y una nueva tierra se cumplió.




Texto publicado en: http://www.95diantres.com/el-reino-vendra/
Ilustración por Lawret.
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