Autor: Evelio Rosero
Tusquets Editores
392 páginas
Ilustración basada en la novela (ver cita al final del texto).
Cada escritor colombiano tiene el deber de crear su propio
Simón Bolívar. Así lo han hecho Fernando González Ochoa, Álvaro Mutis, Gabriel
García Márquez, William Ospina, Fernando Cruz Kronfly. Es como si intentaran
responder cuál es el origen de estos salvajes que se han atrevido a fundar una
nación.
Ahora el turno es de Evelio
Rosero. El Simón Bolívar de Rosero no tiene nada de libertador y es construido
de tal manera que indigna tanto a la izquierda como a la derecha. Un Bolívar
sin motivos políticos, cruel y lascivo, que traiciona y asesina para coronarse
a sí mismo. En este contexto de los diálogos de paz donde, se supone, la
historia colombiana tiene que ser reescrita, Evelio Rosero hace un llamado a
derrocar a los héroes de la historia oficial, la narrativa hegemónica. Quizá
entonces los presidentes reciban el nombre que merecen: cobardes y asesinos.
La carroza de Bolívar
es una novela de ritmo rápido, de frases sin respiro. Cuenta la vida mediocre
de un ginecólogo, Justo Pastor Proceso, que sólo encontrará la redención a su
fracaso si lleva a cabo su sueño: mostrar a la gente de Pasto y Colombia el
fraude de Simón Bolívar. Por supuesto este objetivo suyo le traerá problemas.
La novela se divide en tres partes. En la
primera el doctor Proceso encuentra la oportunidad de exponer las décadas de
investigación que ha invertido a la mentira del llamado Libertador, todo de un
solo golpe, todo expuesto en una carroza alusiva que asombrará a la ciudad
durante su carnaval. La segunda parte es un diálogo denso entre los amigos del
doctor Proceso, recordando las atrocidades, las suplantaciones, las ruindades
de Simón Bolívar. Esta segunda parte me hace pensar que este libro es a la vez
una novela y un ensayo, pues pareciera que la acción narrativa se detuviera en
una mirada al pasado fundacional, en un argumento histórico, logrando así
reinterpretar la historia nacional y dar bases a la novela. No contaré el
desenlace, pero Evelio Rosero, en la tercera parte, se burla magníficamente de
la izquierda a la moda de los sesentas y, además, pinta el Carnaval de Blancos
y Negros con imágenes divertidas y casi irreales.
La carroza de Bolívar
bien podría también titularse La breve
vida feliz de Justo Pastor Proceso por su parecido con el cuento de Ernest
Hemingway, La breve vida feliz de Francis
Macomber. Es el cuento de un matrimonio infeliz que viaja a África
esperando renovar allí su amor. Francis Macomber es un cobarde que logra
derrotar sus miedos pocos minutos antes de morir.
En la literatura de
Hemingway, los hombres logran la mayoría de edad conquistando la naturaleza, en
este caso, a los leones que son acechados por los cazadores. Existe un paralelo
con el protagonista de la novela de Evelio Rosero: Justo Pastor Proceso logra
vencer sus miedos y por fin vive su vida a plenitud. No obstante este gozo le
durará poco tiempo.
La diferencia con Hemingway es que la conquista de la vida
no es una derrota de la naturaleza, sino una derrota de los miedos proyectados
por las relaciones sociales (parece la diferencia entre Hegel y Lacan, pero no
entraré en esto) ¿Qué se espera de un buen doctor, esposo y padre? El Doctor
Justo Proceso ha vivido obedeciendo lo que los otros esperan de él, o peor aún,
lo que él cree que los otros esperan de él. Por tanto, la esencia de estas
historias es la narración de la emancipación.
La ilustración inicial está basada de manera infiel en esta cita de la novela:
"En lo alto de una calle del Tejar la gente se agolpaba: un
buey enorme, rojizo, demasiado manso, ¿lo habrían emborrachado?, era exhibido
por dos niños orgullosos: de sus cuernos colgaba sobre su cara una máscara de
tela fluorescente, la cara de un diablo concupiscente (…) En esa calle,
prendidos de la belleza de Primavera, y con el buey detrás –igual que un ídolo
de testigo–, se arrodillaron frente a ella tres borrachos, las manos juntas
como si rezaran".
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