viernes, 15 de mayo de 2015

Reseña: LA CARROZA DE BOLIVAR de Evelio Rosero

Título del libro: La carroza de Bolivar
Autor: Evelio Rosero
Tusquets Editores
392 páginas

Ilustración basada en la novela (ver cita al final del texto).



     Cada escritor colombiano tiene el deber de crear su propio Simón Bolívar. Así lo han hecho Fernando González Ochoa, Álvaro Mutis, Gabriel García Márquez, William Ospina, Fernando Cruz Kronfly. Es como si intentaran responder cuál es el origen de estos salvajes que se han atrevido a fundar una nación.   

     Ahora el turno es de Evelio Rosero. El Simón Bolívar de Rosero no tiene nada de libertador y es construido de tal manera que indigna tanto a la izquierda como a la derecha. Un Bolívar sin motivos políticos, cruel y lascivo, que traiciona y asesina para coronarse a sí mismo. En este contexto de los diálogos de paz donde, se supone, la historia colombiana tiene que ser reescrita, Evelio Rosero hace un llamado a derrocar a los héroes de la historia oficial, la narrativa hegemónica. Quizá entonces los presidentes reciban el nombre que merecen: cobardes y asesinos.


     La carroza de Bolívar es una novela de ritmo rápido, de frases sin respiro. Cuenta la vida mediocre de un ginecólogo, Justo Pastor Proceso, que sólo encontrará la redención a su fracaso si lleva a cabo su sueño: mostrar a la gente de Pasto y Colombia el fraude de Simón Bolívar. Por supuesto este objetivo suyo le traerá problemas.  

      La novela se divide en tres partes. En la primera el doctor Proceso encuentra la oportunidad de exponer las décadas de investigación que ha invertido a la mentira del llamado Libertador, todo de un solo golpe, todo expuesto en una carroza alusiva que asombrará a la ciudad durante su carnaval. La segunda parte es un diálogo denso entre los amigos del doctor Proceso, recordando las atrocidades, las suplantaciones, las ruindades de Simón Bolívar. Esta segunda parte me hace pensar que este libro es a la vez una novela y un ensayo, pues pareciera que la acción narrativa se detuviera en una mirada al pasado fundacional, en un argumento histórico, logrando así reinterpretar la historia nacional y dar bases a la novela. No contaré el desenlace, pero Evelio Rosero, en la tercera parte, se burla magníficamente de la izquierda a la moda de los sesentas y, además, pinta el Carnaval de Blancos y Negros con imágenes divertidas y casi irreales.

     La carroza de Bolívar bien podría también titularse La breve vida feliz de Justo Pastor Proceso por su parecido con el cuento de Ernest Hemingway, La breve vida feliz de Francis Macomber. Es el cuento de un matrimonio infeliz que viaja a África esperando renovar allí su amor. Francis Macomber es un cobarde que logra derrotar sus miedos pocos minutos antes de morir. 

     En la literatura de Hemingway, los hombres logran la mayoría de edad conquistando la naturaleza, en este caso, a los leones que son acechados por los cazadores. Existe un paralelo con el protagonista de la novela de Evelio Rosero: Justo Pastor Proceso logra vencer sus miedos y por fin vive su vida a plenitud. No obstante este gozo le durará poco tiempo. 

      La diferencia con Hemingway es que la conquista de la vida no es una derrota de la naturaleza, sino una derrota de los miedos proyectados por las relaciones sociales (parece la diferencia entre Hegel y Lacan, pero no entraré en esto) ¿Qué se espera de un buen doctor, esposo y padre? El Doctor Justo Proceso ha vivido obedeciendo lo que los otros esperan de él, o peor aún, lo que él cree que los otros esperan de él. Por tanto, la esencia de estas historias es la narración de la emancipación.


La ilustración inicial está basada de manera infiel en esta cita de la novela:



"En lo alto de una calle del Tejar la gente se agolpaba: un buey enorme, rojizo, demasiado manso, ¿lo habrían emborrachado?, era exhibido por dos niños orgullosos: de sus cuernos colgaba sobre su cara una máscara de tela fluorescente, la cara de un diablo concupiscente (…) En esa calle, prendidos de la belleza de Primavera, y con el buey detrás –igual que un ídolo de testigo–, se arrodillaron frente a ella tres borrachos, las manos juntas como si rezaran".



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