lunes, 2 de noviembre de 2020

La sombra de Indali, un cuento sobre la oscuridad


La sombra de Indali
Ana Mardoquea

¿Cuánto pesa un poquito de luz o un puñado de oscuridad? Parece extraño, porque las sombras son apenas una mancha de negrura que no podemos tocar, no dejan huella a su paso. Desde su cama, Indali se pregunta cómo las personas que caminan frente a su ventana sonríen y brillan sin asomo de sombras bajo sus pasos. Con una mano levanta la sombra de una manzana que utiliza como pisapapeles, tiene cuidado de que ninguna hoja se le vaya a caer al suelo. A la luz de una vela, lee poesía e imagina los pájaros que nunca ha visto. Piensa que está de cacería. Si captura un verso o un pájaro, lo dibuja en la pared. Pero es incapaz de subir la mirada para contemplar la belleza que ha pintado. Con el peso descomunal de su sombra, arrastra su cuerpo como cargando una vaca sobre los hombros, cierra la ventana de un golpe y se mete al baño. Observa las gotas de la ducha que caen por el lastre de su pequeña sombra. Las burbujas de jabón caen como guijarros que persiguen su sombra. Cuando se mira al espejo, su mirada es esquiva porque no encuentra palabras para decir lo que ve. Detrás, su sombra gigante cambia de forma, es una ceiba, es un monumento, es una jungla devorada en la penumbra de su habitación.

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Solo sale de su casa a mediodía, porque con el sol en lo alto es fácil ocultar su sombra bajo sus pies ¡Qué vergüenza sería que alguien viera esa mancha deforme! Camina al parque para recoger las flores que caen a la tierra por el peso de sus sombras marchitas. Las colecciona en un lindo álbum que guarda bajo su cama. En el momento en que el sol comienza a buscar el atardecer, quizá porque el sol también tiene una sombra que lo hace noche, Indali regresa a casa con la mirada pegada a sus pies, con cuidado para que nadie mire su oscuridad vergonzosa. Nunca se le ha hecho tarde. Sabe que una leve inclinación del sol haría crecer su secreto y se asomaría monstruoso a los ojos de los demás, su peso aumentaría y quizá no podría regresar a casa con tanto bulto.

Un día Indali encuentra en el parque una flor con una sombra diferente. Es hermosa y profunda, con delicados pétalos negros. Antes de agacharse para recogerla, descubre otros pies. No sabía que eso podría pasar. Los nervios la hacen temblar, y de pronto una voz que parece venir de esos otros pies:

–Es una sombra extraña, ¿verdad?

–¿Quién eres? – dice Indali con timidez.

–¿Has visto la sombra del viento?

–Sí, es escurridiza.

–Entonces sabes mucho sobre la oscuridad, yo también.

–Yo no tengo oscuridad.

–Me llamo Chairá, ¿y tú?

–Indali.

–¿Has visto la sombra de la luna?

–No, no salgo de noche.

Así, conversando mientras se miran los pies el uno al otro, se les hace tarde. El sol baja y las sombras se alargan. Chairá alcanza a observar cómo se estira la sombra de Indali por el césped, y dice:

–Tienes una sombra bonita.

Indali no sabe qué hacer. Corre ruborizada a su casa, sin despedirse ¿Por qué se ha expuesto así? Bajo sus cobijas no deja de pensar en que no sabe explicarle a nadie porqué su sombra es cambiante y deforme. No hay explicación, su sombra solo es así, durante un momento es cocodrilo, luego es una maloca, luego un almendro. Después de tanta inquietud, recuerda que también ha visto la sombra de Chairá. Es una sombra insólita, como la de esa flor que ambos querían recoger.

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Durante un par de días Indali no sale de casa. Hasta que advierte que aquella flor de sombra inusual hace falta en su colección. Al mediodía sale a buscarla y de nuevo se encuentra con esos otros pies.

–Te he estado esperando dos días.

–¿Por qué no te llevaste la flor rara?

–La cuidé para ti.

–¿Sabías que vendría?

–No, pero quería invitarte a ver la sombra del mundo.

–¿Cuándo?

–Esta noche.

Esa noche Chairá toca a la ventana de Indali. Salen juntos a las afueras del pueblo y sus pies se acompasan con el canto de los grillos. Indali está en calma con el silencio de Chairá y Chairá está tranquilo con el silencio de Indali. Suben una colina, se acuestan sobre el césped y juegan a unir estrellas mientras llega el momento. La luna desprende una vaporosa luz azul. Por sus frentes pasa un pensamiento como una nube: ¿habrá algo en el mundo que no tenga sombra? Indali suspira, a veces desea ser esas personas de luz que caminan frente a su ventana.

–Esta noche hay eclipse de luna– dijo Chairá.

–¿Qué es eso?

–Cuando la tierra se entromete entre el sol y la luna.

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Justo en ese instante la luna deja de brillar y una sombra maravillosa se posa sobre ella, es la sombra de la tierra. Ante los ojos deslumbrados de Indali y Chairá, todas las sombras del mundo reunidas en un gigantesco círculo negro, cada persona y cada cosa apenumbrada, nada ni nadie puede ocultar en ese momento su oscuridad. No hay nada oculto a sus ojos. Entonces Indali y Chairá se miran mutuamente el rostro, ambos observan la noche y el día en el rostro del otro, ambos se reconocen como un juego de luces y sombras.

En silencio, esperan el amanecer.

Fin.


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