Me quedé dormido en la playa de Montañita, cuando desperté la cámara no estaba. Y como no me puedo quedar sin recuerdos, ha nacido una nueva propuesta para el Proyecto Viaje Literario a Suramérica. Ahora camino por las calles haciendo retratos de la gente que encuentro y de los lugares en que viven o trabajan. A manera de viñetas o ilustraciones acompañadas de una breve historia, les traigo algunos de mis recuerdos de mi paso por Ecuador.
Cuenca, Parque de La Madre. Un militar, de apellido Ñayez, vigila el parque en el que el vicepresidente de Ecuador ofrecerá un discurso a la mañana siguiente. Son las dos de la mañana. El soldado Ñayez busca compañía para su turno nocturno. Dice que odia al vicepresidente, según él, un ladrón, como todos. Luego dice que extraña a una mujer que ahora está en Amsterdam. Pero esa mujer, cuando yo era joven y teníamos amores, era un hombre. Ahora tengo mujer, pero nadie es fiel. El soldado se despide solicitando formalmente que le presentemos un culito, y no deja de mover sus ojos desorbitados.
Cuenca, escondrijo de La Calle Larga. Él es Servilio Serrano. Un hombre callado que se sienta por horas a pintar en un callejón del centro de la ciudad ecuatoriana. Se sienta sobre toallas y periódicos. Expone sus cuadros, del mejor estilo naif, en el suelo y sobre una barda. Pinta mujeres en vestido tradicional, iglesias, ángeles y vírgenes. También hace juguetes de madera y pequeñas casas coloridas.
Cuenca, Mercado 10 de Agosto. Me siento en las escaleras del mercado a dibujar. Las legumbres, las frutas, las verduras. Los niños y los barrenderos se detienen a mirar sobre mi hombro. Les muestro el dibujo y me dicen que continúe dibujando. Las madrecitas se acercan y comienzan a adivinar a quién estoy dibujando. Se parece a la doña Morocho ¡No! Se parece a ti, es igualitica. Al final, muestro mi dibujo a las doñas y me regalan un dulce de Loja.
Cuenca, Parque Calderón, Centro Histórico. Andrés, nacido en la provincia de Manabí, ha llegado a Cuenca para realizar sus estudios en psicología. Cursa segundo semestre. Eligió esta carrera porque sus padres no le permitieron estudiar música, sin embargo, practica diariamente en los parques. Es guitarrista y hace dos semanas se compró un ukulele, con el que ya saca canciones de Radiohead y Franz Ferdinand. También quiere un violín. Aunque Cuenca le parece una ciudad de más vida cultural y bohemia, extraña la comida manabita. Es mucho mejor que la de aquí, dice.
Cuenca, pasillos de la Catedral. Me siento un viernes en la noche a vender mis fanzines y cuentos ilustrados. Siga no más, sin compromiso. Frente a mi una anciana vende sus gorros tejidos y bufandas. Junto a mi, artesanos. Y decenas de pies pasan frente a mi. Un hombre con una niña en los brazos se detiene a esperar cerca a mi tienda callejera de literatura. Se ve tan simpático que le regalo un libro para niños. Él sonríe y la niña arruga las hojas, intrigada por ese nuevo objeto. Al rato, poco antes de irse, el hombre me entrega una moneda de un dolar.
Puyo, ciudad a la entrada del Amazonas. Estábamos trabajando en una finca, abriendo caminos a machete, abriendo zanjas, haciendo caminos de piedra. Una mañana de lluvia nos sentamos a conversar de manera larga y existencial. Ellas son Glencora y Paula. Parece que Ecuador tiene el poder de estancarte o hacerte regresar a casa, pero una nueva generación de viajeros viene con fuerza renovada. Este es nuestro momento.
Él es Gabriel. Lo conocí en Puyo, en la finca donde trabajabamos. Artista de alma oceánica. Malabarista. Cada vez que entra a una panadería, sale con una bolsa repleta de pan y sin pagar un centavo. Toca el clarinete y sale a correr sin camisa cuando llueve. Nació en Quito, pero no conoce Ecuador porque de chico su familia se fue a España. Este es su momento.
Baños de Agua Santa. Este soy yo, asomado en uno de los balcones de la Iglesia del pueblo de Baños, lleno de cascadas y deportes extremos. Baños es un pueblo que convive con el volcán, hace parte de su identidad, aunque, años atrás, el magma haya arrasado con todo. Dentro del templo, las pinturas recuerdan esa tragedia y cuentan los milagros que ocurrieron, gracias a Nuestra Señora de Baños, durante la erupción del volcán. Un hombre, antes de huir de su casa, pegó un póster de la Virgen. Cuando todo calmó, su casa estaba intacta.
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Hermoso.
ResponderBorrarSigue en el camino colega!
Gracias! Seguiremos todos en el camino! Lado a lado!
BorrarBUen viaje, bella tu intención!
ResponderBorrarHa sido un buen viaje!
BorrarHermoso. Me ha encantado, me han brotado sonrisas. Una imagen vale más que mil palabras pero tu tienes el arte de que una imagen tuya y pocas palabras te transporten a lugares que aún no estuviste pero gracias a ti dan ganas de ir cuanto antes.
ResponderBorrarBonitas tus palabras! Seguiré dibujando y escribiendo. Bienvenido por estos lares siempre que desees!
BorrarHermosos recuerdos, bellos y la mas intenso es que solo permanece en la mente y nada ni nadie podrá permitir que eso salga o se agote como otras cosas que son tan efímeras en esta vida. A ver si un día de estos se hacen un paseo bien recorrido y mas por el Valle del Cauca
ResponderBorrarSaludos
ESTEFANY
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Hola Estefanny.
BorrarTienes razón, la intensidad de estos recuerdos es difícil transmitir. Ya he estado en el Valle del Cauca, pero no ha sido un buen recorrido, que se hace necesario.
Saludos